martes, 18 de mayo de 2010

Artículo 4. Períodos hábiles de caza menor

1. Época hábil: En terrenos acotados al efecto podrán cazarse las especies de caza menor
relacionadas en el artículo 2.1.a) todos los jueves, sábados, domingos y festivos nacionales y
autonómicos en la Comunidad de Madrid desde el día 11 de octubre de 2008 hasta el último
domingo de enero de 2009, ambos incluidos.
2. Media veda: En los cotos privados de caza, con superficie igual o superior a 250 hectáreas, podrán
cazarse la tórtola común, la paloma torcaz, la paloma bravía, el estornino pinto, la urraca, la grajilla,
la corneja, la codorniz y el zorro, los jueves, sábados y domingos comprendidos entre el día 21 de
agosto y el 14 de septiembre de 2008, ambos incluidos
3. Control de predadores: En los cotos privados de caza la Consejería de Medio Ambiente y
Ordenación del Territorio, previa petición de sus titulares, podrá autorizar el control con escopeta
de las poblaciones de grajilla, urraca, corneja y zorro, donde sean consideradas estas especies como
piezas cazables, los días no festivos, de lunes a viernes, entre el 26 de enero y el 27 de febrero de
2009, ambos incluidos, previo informe favorable de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación
del Territorio en el que se considere su abundancia como especialmente dañina para las actividades
ganaderas, cinegéticas o de conservación de otras especies. Cuando esta actividad se pretenda
llevar a cabo en cotos en los que no se afecte a especies de aves en época de celo, reproducción y
crianza, así como durante su trayecto de regreso hasta los lugares de cría en el caso de las especies
migratorias, este período se podrá prolongar hasta el 31 de marzo. La solicitud se hará en el impreso
que figura como Anexo I.

martes, 27 de abril de 2010

Alimentación, terreno, reparo y la temperatura. de los ciervos

La alimentación y el tipo de terreno.

Los estudios actuales sobre el ciervo colorado indican que estos animales seleccionan como lugar de residencia áreas con una distribución característica de la flora, y que poseen muy buenas razones para ello. Estas áreas presentan una relación de bosque / pasturas de 40 y 60% respectivamente.

Los bosques que presentan condiciones ideales para el reparo, pero no para la alimentación, son aquellos preferentemente de hojas perennes (coníferas) y de al menos 10 metros de alto, ya que este tipo de árbol, con la altura mínima mencionada, presenta las condiciones adecuadas para la formación de una Los espacios abiertos colindantes, como las praderas, están destinados a la alimentación y también presentan características propias.

Estos espacios abiertos son terrenos de transición, donde pueden coexistir pastos bajos con arbustos de mediana altura y forman áreas naturales de alimentación, que son preferidas por los ciervos antes que las tierras cultivadas o modificadas por el hombre (siembras, quema o tala parcial) en una proporción de cuatro a uno. El motivo para esto es la variedad de pastos que ofrecen estas extensiones y la protección visual contra los predadores que le brindan los arbustos.

COMPORTAMIENTO ANIMAL: ¿DONDE ESTAN LOS CIERVOS ?

Pero como todas las cosas en la vida, el juego se aprende rápidamente, y con el tiempo la búsqueda puede ser sistematizada con buenos resultados. Si nuestros antepasados, con sus armas y artes primitivas lo lograron, nosotros con nuestra moderna tecnología también tendríamos que poder hacerlo, aunque más no sea para demostrar que aún somos capaces.

La caza mayor es un deporte sencillo. Primeros se localiza a la presa, luego se traza un plan de acción y por último, si la suerte está de nuestro lado, se la abate.

Presentado de ésta manera, el problema parece de fácil solución. Pero, ¿lo es realmente? Quizá de estas tres reglas o pasos básicos, la más difícil de llevar a cabo sea la primera; para poder cazar un trofeo es necesario ubicarlo. De allí la pregunta que hace de título para éste capítulo, ¿dónde están los ciervos?

Antes de responder éste interrogante, hagamos una comparación con otro mamífero con un comportamiento harto familiar para todos nosotros. El Homo Sapiens.

Suponga que Ud. desea localizar al gerente de su banco para pedirle un crédito. ¿Se le ocurriría llamarlo por teléfono a su oficina, un día domingo a las 9 de la mañana?

Ud. conoce la repuesta y también sabe los por que de ese "no" rotundo. Los gerentes de bancos concurren a sus oficinas de lunes a viernes de 10 a 17 horas, y para obtener un crédito es necesario presentarse en persona.

Si bien el Banco es el lugar, por teléfono, y un domingo por la mañana, no es el momento ni la forma adecuada para encontrarlo y lograr su objetivo.

Lo mismo ocurre con los ciervos. Tienen sus horarios, lugares y motivos para estar en éste u otro lugar a determinadas horas. Si desea encontrarlos tendrá que buscarlos en el lugar correcto, dentro del horario que suelen frecuentarlo y, además de esto, saber como atraparlos. Esto es lo que se denomina sistematizar o estandarizar una tarea. Y al igual que los gerentes bancarios, los ciervos pueden que estén disponibles, o no estarlo. Ambos suelen ser escurridizos por una cuestión de supervivencia.

De manera que esta inocente primera pregunta de rigor ante cualquier salida al campo con intenciones venatorias, ¿dónde están los ciervos? nos conduce automáticamente a dos nuevos interrogantes; cuando y como localizarlos.

Las repuestas a estas tres preguntas, dónde, cómo y cuando, requieren una serie de conocimientos que afortunadamente suele poseer el guía de caza, pero que los novatos carecen. Pero esto no tiene por que ser necesariamente así. Cualquiera puede aprender, ya sea para no pasar como un verdadero ignorante ante el guía de caza, o por el simple deseo de superarse en su deporte.

COMPORTAMIENTO ANIMAL. MAÑAS DE JABALÍ VIEJO.

El padrillo tendría unos cuatro años. Como sus hermanos de lechigada, hacia ya un año que se había apartado de la piara. Si bien a esa edad no podía considerarse un trofeo excepcional, ya tenía algunas de las mañanas que caracterizan a los jabalíes viejos. Sabía jugar a las escondidas. Al menos lo había hecho con un amigo mío unas noches atrás.

Dentro del monte se movía a gusto, sintiéndose seguro. La vida no era mala en su espesura, ya que siempre había alguna papa de monte o bayas de caldén a mano para picotear. Tampoco faltaban insectos y otros animales pequeños para suplir el menú. El hambre, atraído por estos pensamientos, le apareció de golpe, y recordó los granos de maíz que sabía lo estarían esperando en el tajamar. A regañadientes emprendió el camino. Había aprendido a desconfiar de todo, y el tajamar era un lugar demasiado abierto para su gusto.

No estaría a más de trescientos metros del mismo, pero recorrer esa distancia mientras que se va tomando unos bocados aquí y otros por allá le llevaría al menos una hora. Mientras tanto podría asegurarse que el lugar estuviese libre de sorpresas. De todos modos tenía planeado entrar al maíz cuando fuese noche cerrada. No antes.

Ignorante de lo que transcurría, me encontraba en el apostadero, esperando su arribo. Quizá esta noche tuviese un poco más de suerte y pudiese verlo. El día anterior había bajado y nos había dejado sus huellas frescas como carta de presentación.

El tajamar donde me había apostado presentaba una playa de unos 40 metros de ancho, sobre la cual y cerca del agua había cavado unos pozos bastante separados entre sí, directamente frente al apostadero. En los mismos enterré un puñado de maíz. Esto evitaría que los pájaros comiesen el grano y retendría al jabalí por más tiempo en el lugar, ya que tendría que hozar para obtener su premio.

El sol comenzaba a caer. El horizonte se había teñido de naranja por el ocaso y reinaba un silencio absoluto, roto ocasionalmente por el trinar de algún pájaro solitario. Un par de patos sobrevolaron la charca y luego aterrizaron en la misma con su característico vuelo rasante. En el agua se reflejaban algunos árboles cercanos que daban unas sombras oscuras, quebradas aquí y allá por el naranja rojizo del cielo. En conjunto se tenía la sensación de armonía y nada parecía indicar que la misma fuese a ser rota en algún momento.

El animal alcanzó el borde del bosque con los últimos rayos de luz. Aún había demasiada claridad para su seguridad, por lo que decidió permanecer bajo la protección del mismo un rato más. Durante todo ese tiempo se mantuvo cubierto por las sombras, sin mostrarse en terreno abierto, venteando y escuchando. En realidad no tenía prisa. Parte de su apetito había sido saciado con unos bocados tomados al paso. Su plan consistía en aproximarse al maíz desde viento abajo. De esta manera la ventaja estaría de su lado. Si bien su visión no le alcanzaba para chequear el terreno enfrente de sí, su olfato y oído compensaban con creces esta falta. La oscuridad, cuando llegase, haría el resto.

Desde donde estaba, el jabalí podía olfatear el maíz y el olor de los vacunos que habían bajado a beber. Unos pocos patos nadaban en la laguna, mientras los teros deambulaban en paz, de aquí para allá. Para él, todo parecía estar tranquilo, en orden. Aún así, se mantuvo observando desde su escondite, sin exponerse. Estaba esperando por algo más. Que la luna de octubre fuese tapada por las nubes, al igual que la noche anterior. Así podría cubrir los últimos metros entre el bosque y los cebaderos, sin ser visto y con total seguridad.

Ni el jabalí ni yo estábamos plenamente seguros de que el otro estuviese en las cercanías. Si el animal hubiese pensado por un minuto que podría haber alguien acechándolo, no hubiese entrado. Todas las precauciones que había tomado son las que toma por rutina. Aún así, no estaba contento. Por eso suelen llegar a viejos los muy ladinos. Por otro lado yo no podía tampoco saber si el animal estaba en las cercanías y si se acudiría al cebadero. Solo podía confiar en que lo hiciese, pero nada más. De la misma manera que el padrillo tendría que confiar en su suerte si quería comer esa ración extra. Esa sería para mí la oportunidad ansiada; para él podría terminar en un susto o un desastre, dependiendo de mi puntería.

El apostadero era sólido y cómodo. Para hacerle más difícil a los jabalíes poder ventear al cazador, se hallaba sobre elevado. Ubicado en noventa grados con respecto a la dirección del viento y semi oculto por unos árboles, hacía casi imposible ser detectado. Desde el mismo se tenía una amplia visión de la charca y de los cebaderos.

El rifle descansaba orientado hacia los mismos, sobre una baranda diseñada a tal efecto, con bala en recámara y seguro puesto. El viejo Mauser, un Obendorff deportivo de doble gatillo, estaba cargado con munición Norma de 180 grains, de punta blanda. El cañón, un Madsen dinamarqués en calibre 7,65 X 54, tendría su debut esa noche, si todo salía bien.

jabalí acecho

CAZA DEL JABALÍ AL ACECHO.

De las diferentes modalidades para la caza del jabalí que existen, todas poseen particularidades que les otorgan un marcado estilo propio y que las hace únicas. Texto: Daniel Stilmann.

La selección de la técnica depende del tipo de terreno, la cantidad de cazadores, la participación de perros, las leyes del país y las preferencias personales del cazador.

Un animal como éste no llega a grande por descuidado. Cuando la cacería es uno a uno, las mejores chances para abatirlo las otorgará un buen aguardo, montado como corresponde.

Dejaremos aquí de lado las técnicas de caza corporativas tales como las batidas y aquellas en las que se emplean perros de rastro y agarre y concentrémonos en los lances en las cuales el cazador enfrenta a solas a su presa.

El acecho, aguardo o emboscada, la más común de las técnicas requiere paciencia, resistencia a las inclemencias climáticas y, por sobre todas las cosas, no es para personalidades ansiosas.

La caza con perros y cuchillo o con armas de fuego exige coraje, habilidad en el manejo del cuchillo y un buen estado físico, además de tener sólidas nociones de equitación en los casos en que se emplea caballería, mientras que el rececho, la forma menos común de cazar suidos, demanda astucia, conocimiento y persistencia. A pesar de sus diferencias todas ellas poseen algo en común; son apasionantes.

El acecho, el tópico que nos preocupa hoy, consiste en algo más que apostarse en el primer lugar de nuestro agrado, esperando que la suerte nos regale un padrillo de aquellos. Aguardar exige del cazador saber como, cuando y dónde apostarse, y en particular como sobrevivir las condiciones del aguardo, que puede ser prolongado, en ocasiones bajo condiciones climáticas adversas.

No cualquier lugar es bueno para armar un apostadero. Hacerlo, por simple que parezca, tiene sus secretos. No menos importante es el poseer una noción cabal de cuando y hasta cuando apostarse. A esto se le suma el hecho de que el jabalí es capaz de desplegar una asombrosa cantidad de trucos para evitar caer en una emboscada, trucos y mañas que el cazador debe conocer para poder anticipar sus movimientos y evitar el esquinazo.

USANZAS Y MODALES DEL JABALÍ.

Comencemos analizando el comportamiento de nuestro invitado de honor, el jabalí, responsable por más de una noche de frío y ansiedad en tierras inhospitas.

Basados en su comportamiento, intentaremos diseñar una estrategia de caza coherente.

Clásico cebadero montado con maíz sobre una pequeña charca. El apostadero sobre uno de los árboles en el fondo es apenas perceptible.

Sus scrofa, jabalí, macareno, guarro, puerco, jabalín o simplemente chancho, como se lo conoce en distintas latitudes, es un animal lleno de virtudes. Entre las más notorias tenemos las siguientes; taimado, rencoroso, paciente, audaz, ágil, tozudo, inteligente, valiente y desconfiado, pero por sobre todas las cosas, con un olfato y oído como para hacer palidecer los nuestros. De lo único que carece es de una visión nocturna de águila, pero se supone que la diurna no es tan mala como se suele decir.

Su hábitat preferido es el de los montes bajos, de hojas caducas, achaparrados y sucios por debajo. En este lugar el jabalí es rey, pero no desprecia otras áreas inaccesibles y de poca o ninguna densidad humana como los bajíos y cangrejales, donde se alimenta de bulbos de plantas acuáticas, crustáceos y peces.

En este tipo de territorios encuentra protección durante el día, al igual que comida. Si dentro del monte existen fuentes de agua es probable que el animal nunca abandone el lugar. Si lo hace será de noche, y sólo por motivos valederos para él como comer, beber, asearse en un revolcadero ó por la presencia de una hembra en celo. Estos dos datos deben de ser tenidos muy en cuenta, ya que forman los pilares de la estrategia de la caza de acecho.

El peso del jabalí en Argentina no supera los 120 kilogramos, que es el peso máximo de sus antecesores españoles, de dónde deriva. El peso promedio de un macho puro y bien desarrollado ronda los 90 kilogramos. Cuando el limite superior es excedido significa que probablemente no estamos en presencia de un animal puro, si no de un mestizo producto de la cruza con cerdo domestico, lo cual ocurre con frecuencia, y que se conocen con el nombre de Sus Scrofa Domestica.

Estos animales son comunes en el área de la costa bonaerense de la Bahía de San Borombón, por lo que se los denomina chanchos costeros, y tambien en la zona de Gualeguaychu, Entre Ríos, pero se los puede hallar en casi todo el territorio argentino y han sido reportados ya hasta el otro lado de la frontera con Brasil.

Suelen alcanzar verdaderos records de peso y tamaño de defensas, superando los doscientos kilogramos, pero es casualmente ese peso, y los colores anormales de su pelaje, que puede presentarse hasta con manchas, lo que delata su origen mestizo.


trucos del jabali

HÁBITOS DE ALIMENTACIÓN.

El jabalí es un verdadero omnívoro capaz de ingerir raíces, bulbos, frutas de cualquier tipo, granos de trigo, maíz, cebada y avena, hortalizas y otros animales, vivos o muertos, incluyendo insectos, víboras, peces y crustáceos.

Esto debe de ser tenido en cuenta en todo momento, ya que todos aquellos lugares donde se encuentren estos potenciales alimentos son aptos para montar un acecho.

Apostadero aéreo rústico apto para cérvidos y suidos. Las paredes laterales son importantes para ofrecer alguna seguridad al cazador, y para minimizar sus movimientos.

La evolución del color de pelambre del jabalí es la siguiente. Hasta los seis meses de edad presentan un color rojizo a rayas blancas, color del cual deriva el nombre de rayones. Luego sus cerdas se van tornando rojizas, y al año pasan a ser lo que se conoce como bermejos. De allí en mas su pelambre comienza a tornarse mas obscura hasta alcanzar su color definitivo que puede ser negro, marrón obscuro, gris con la punta de las cerdas mas claras o de una tonalidad color canela. En todos los casos las cerdas del lomo son mas obscuras que las del resto del cuerpo.

El diseño anatómico del jabalí le da la apariencia de un robusto cilindro de punta cónica montado sobre cuatro fuertes y cortas patas, con un poderoso tren delantero y anchos hombros, rematado por una aguda jeta. Todo el conjunto se halla recubierto de una piel gruesa y resistente en comparación al tamaño y peso del animal.

La mayoría de los cazadores tiende a pensar que el jabalí presenta una resistencia anormal al impacto, lo cual es un error. Sí bien los machos presentan un engrosamiento de la piel en la zona pectoral, del cuello y de los hombros, el mismo es incapaz de oponer una resistencia coherente a cualquier proyectil moderno. El jabalí esta considerado desde el punto de la caza mayor como un miembro mas del grupo de los animales de piel blanda y no peligrosos.

Si bien este adefesio de la naturaleza nunca ganará premio alguno en concursos de belleza, su extravagante diseño es muy conveniente para lograr un desplazamiento rápido dentro de lugares sucios. Cuando es necesario cubrir terreno sucio rápidamente, el jabalí simplemente busca los matorrales más densos y si es posible con espinas, apunta hacia delante y horada una túnel, dejando atrás, cansado y malherido, a cualquier perseguidor, ventaja que emplea sabiamente buscando las zonas más impenetrables para residir. Por ello, y porque rara vez se deja ver durante el día, intentar atraparlo al rececho, o de a pié y sin perros en estos lugares tiene un destino incierto, por no decir que es una pérdida de tiempo.

El jabalí tiende a desplazarse siempre bajo cobertura y con las sombras. Su estrategia consiste en moverse despacio, utilizando en todo momento el viento para detectar el peligro, y con su oído funcionando en el máximo grado de alerta. En estos dos sentidos esta basado su sistema de detección del peligro, ya que si bien su visión diurna no es mala, la nocturna deja mucho que desear.

Siempre se dijo que los suidos poseen una mala visión. Ultimamente se ha cuestionando esta idea, y se piensa que la visión diurna de estos animales puede ser similar a la del humano.

Esta estrategia de detección del peligro y evasión, si bien altamente efectiva, presenta puntos vulnerables; el hambre y/ó el deseo sexual, y el hecho de que el jabalí depende de la emisión de olores ó sonidos por parte de sus enemigos para poder detectarlos. Y estas fisuras son las que se pueden aprovechar a favor. Pero para ello es preciso poder atraerlo hacia un lugar abierto utilizando algún señuelo, donde la ventaja visual esté de lado del cazador, apostándose fuera del alcance de su olfato y oído.

CEBADEROS Y SEÑUELOS.

Para lograr sacar al jabalí de su escondite se le puede tentar con comida, bebida ó sexo, aunque un buen baño de lodo con gasoil, aceite quemado o algún insecticida, da buenos resultados, aunque no en cualquier época del año o lugar.

Que la piel del jabalí no es muy resistente a la penetración lo demuestra el animal de la fotografía, obtenido con un .44 Magnum a 50 metros, donde su energía ya está seriamente disminuida, aún sí se la compara con la de un .243 Winchester.

Con referencia a éste último método, el empleo de insecticidas o sustancias irritantes cómo el gasoil, funciona mejor en aquellos territorios cálidos infestados por parásitos de la piel, y cuando los animales se ven más afectados por las pulgas y otros insectos, esto es al comienzo de la primavera, que es cuando las larvas hacen eclosión.

La técnica consiste en simplemente arrojar el elemento escogido y mezclarlo con agua y tierra, preferentemente cerca de algún comedero o fuente de agua, aunque lo suficientemente retirado como para no contaminarlos.

El señuelo, sea cual fuera el elegido, debe de estar ubicado en lugar abierto que puede ser cerca ó dentro del monte. El jabalí que se sabe perseguido no es animal de praderas abiertas. Ese mismo lugar debe dejarnos espacio como para montar un apostadero a una distancia variable entre 40 y 100 metros, de manera que le resulte difícil ventearnos o escucharnos. Por esto la locación escogida debe de contemplar la dirección del viento y en lo posible estar sobre elevada.

El señuelo empleado más frecuentemente es la comida. Esto puede ser desde granos de maíz hasta la carcasa de un animal muerto. De estos dos, el maíz es el más práctico y no requiere de un período de "estacionamiento" como ocurre con la carne, además de ser más fácil de manipular.

Montar un cebadero con éste elemento es sencillo. Con una pala de puntear se hacen ocho o diez pozos formando un semicírculo frente al apostadero. Los mismos estarán separados por un metro entre sí, lo cual obliga a los animales a separarse sin son muchos, o a recorrerlos de uno en uno si es un padrillo solitario.

En cualquiera de las dos circunstancias, lo que se busca es un mayor tiempo de exposición por parte de los animales a nuestra mira, además de obligarlos a presentarnos distintos ángulos de tiro y diferentes condiciones de luz. La intención es simplificar al cazador la elección de la presa y el proceso de puntería.

Una vez hecho el pozo, de una treinta a cuarenta centímetros de profundidad se arroja un puñado de maíz dentro del mismo y se lo cubre con la tierra extraída. Durante la construcción del cebadero hay que recordar de no dejar colillas de cigarrillos en los alrededores, evitar hacer ruido y de alimentar estos cebaderos diariamente, hasta que los animales comiencen a utilizarlos.

Estos tres puntos son de importancia, en especial el último. Armar un cebadero nuevo y apostarse esa misma noche a cazar, es una excelente receta para el fracaso. Es necesario darle tiempo al animal para descubrir el tesoro y acostumbrarse a visitarlo entrando sin recelo.

Antes de que nuestro desconfiado amigo comience a comer con regularidad en el lugar, lo investigará a fondo, desde lejos y sin mostrarse, para estar seguro de que no hay trampas. Y esto puede tomar su tiempo. No hay que olvidar que sus scrofa es desconfiado.

Pero una vez que lo ha comenzado a visitar, se puede contar con su puntual asistencia. Si hay algo que el jabalí tiene es una buena memoria. Una vez que encontró comida, no olvidará el lugar. Y esa gran memoria es la oportunidad del cazador y la desgracia del macareno. Pero aún conociendo el emplazamiento de la comida, por el sólo hecho de encontrarse la misma en un espacio abierto hay ciertas reglas que no quebrará.

Esas reglas serán tratadas en el artículo trataremos y sobre las formas de engañar a estos astutos animales.

jaulas

Jaula Trampa para Captura-Caza de Jabalies
Estádiseñada para la captura de jabalíes vivos sin causarles daño alguno.Se compone de doble puerta con cierre de guillotina y mallazo de 4 mm.de grosor totalmente reforzado mediante pletinas.Funciona colocando comida en dentro de la jaula y cuando el jabalí estáen el centro de la misma, caen las dos puertas y así queda encerrado.Medidas 1,55 x 54 x 75 cm.